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miércoles, 21 de agosto de 2013

Sobre misiones y objetivos

Un tema recurrente en mí es la explicitación de objetivos y misiones.

¿Por qué hago lo que hago? ¿Qué me motiva? ¿Qué me mantiene en camino?

Cuando hice el curso de Azucena Caballero en el que se basa su libro Organiza tu Hogar en 30 Días , ya anduve redactando misiones y objetivos referentes al hogar y su limpieza y el hecho de hacerlo habitable para que todos estuviéramos a gusto.

Cuando hago casi cualquier curso de crecimiento personal, se nos pide a los participantes que establezcamos metas, objetivos, que empecemos con el final en mente. Un poco como cuando te pones a dibujar y ya sabes qué dibujo vas a hacer, aunque no sepas los detalles. O cuando ves un paisaje que quieres fotografiar y "ves" la foto en tu cabeza, y la sacas. O como cuando tienes un libro dentro y vas escribiéndolo. Estaba yo el otro día empezando por cuarta vez uno de los cinco o seis títulos que me rondan en la cabeza (y cada uno es distinto, el día que escriba todo eso, como sean éxitos editoriales, me forro, fijo), y la guía del curso del "Reto-Escribe tu libro en 30 días" (qué manía con los 30 días, oye), lo decía muy claro "qué quieres escribir, qué quieres comunicar, qué título le vas a poner, qué conclusión va a tener". Es decir, a dónde quieres ir a parar.

Y todo esto ¿para qué lo cuento?

Bueno, primero, porque yo también hago mucho incapié a mis clientes de Psicología Positiva en Acción para que tracen objetivos y se pongan a caminar hacia a ellos. Una forma como otra cualquiera de que puedan ver resultados tangibles (porque lo de caminar por caminar, está bien cuando vas de paseo al campo, pero cuando quieres mejorar en la vida y en las relaciones, lo mejor es que sepas qué indicadores vas a tener de éxito).

Y segundo porque me he dado cuenta de que mucha gente se conoce, se enamora, se junta, y ale, a formar una familia, así, tal cual venga. Y después, se divorcian.

Y lo que es peor, repiten la historia.

Dicen las estadísticas usamericanas (que ellos, en esto, nos llevan años de ventaja), que 2 de cada 3 segundos matrimonios fracasa, elevándose al 80% la tasa de divorcio si hay hijos por medio.

Pero, ¿cómo no van a fracasar si no saben lo que quieren? Mejor dicho, sí lo saben, quieren un idilio de parejita enamorada eterno y sin fin (el idilio y el enamoramiento).

Vas a cualquier foro por ahí, y está lleno de arpías y arpíos que tratan con más o menos éxito hacerle la vida imposible al pasado vital de su nueva pareja (por pasado vital, entiéndase, hablo de la ex-pareja y de los hijos comunes que pudiera haber). Con objetivos así, no me extraña que acaben divorciándose otra vez.

Luego otro fallo de siempre: la falta de comunicación. Yo, en el mejor de los casos, sé lo que quiero, pero no te lo digo. Y tú sabes lo que quieres, o no, y no me lo dices. Y nos juntamos, nos vamos a vivir contentos y felices, y acabamos amargados. ¿Pero qué esperaban?

La gente se sorprende cuando digo que llevo 7 años muy feliz con mi pareja, y que AMBOS traemos hijos de la relación anterior. ¿Y cómo lo hago? ¿Cómo aguanto a sus hijos? ¿Él al mío? ¿Cómo nos organizamos? ¿Qué pasa con el dinero, las pensiones? ¿Y el espacio común? ¿Y las vacaciones?

La verdad es que es muy fácil, porque ambos tenemos claros unos mínimos objetivos familiares (o una misión, como lo quieras llamar) y, la verdad, nos centramos poco en los detalles. Vamos bastante a salto de mata, siempre y cuando los objetivos "gruesos", lo que hay en la base, estén satisfechos. Además, tenemos la costumbre de hablar muchísimo, incluso de volver a hablar sobre aquello que está más que hablado. Normalmente lo hacemos porque nos encanta la vibración vocal del otro (vamos, su voz), pero a veces es útil para detectar sutiles cambios de enfoque, evoluciones de puntos de vista, acercamientos, alejamientos... y adaptarnos al sutil cambio nos resulta más cómodo que adaptarnos de golpe a un cambio muy grande y, aparentemente, imprevisto.

Y uno de los pilares en los que se asienta esta familia es el respeto. Respeto. Así, tal cual. Así que yo, a los hijos de mi pareja, no los aguanto, ni los soporto. Porque no son objetos que nadie tenga que aguantar o soportar, cual percha con los abrigos. Son PERSONAS, y así se les trata. Se les consulta sobre temas cotidianos, se les tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones importantes, se les valora, se les escucha, se les valida, se les permite ser ellos mismos, explorarse.

Bueno, ya iré entrando en detalles de cómo abordamos la educación y la crianza.

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